woensdag 30 juni 2010
San Borondón, isla mágica. Story by Javichi Titiritero
San Borondón, isla mágica.
Isla situada en el Atlántico, mar a dentro a 100 leguas de la isla de la Gomera. Fue descubierta cuando San Borondón y otros cuatro ermitaños abandonaron Irlanda en el siglo V porque la gente hacia caso omiso de su prédica. San Borondón se asomó a la Punta del Este y vió a lo lejos el mar de las hadas y las islas mágicas, que llamó “benditas” y con sus cuatro compañeros navegó hasta alcanzarlas.
La isla descansa sobre pilares de basalto negro, otros de serpentina verde y roja y otros ribeteados de arenisca roja, amarilla y blanca. La isla está cubierta de cedros, donde anidan numerosas aves.
Bajo el nivel del agua hay muchas cuevas y grutas. Todas están tapizadas de algas de color carmín, púrpura, pardo y verde, y sus suelos están recubiertos de arena blanca.
En las cuevas de la isla de San Borondón viven los niños de Agua, tan numerosos que se pierde la cuenta, son niños pequeños que fueron adoptados por las hadas buenas porque sufrían abusos, crueldades o negligencias cuando estaban a cargo de sus padres o maestros, y a también niños que murieron de enfermedades como la escarlatina. Todos ellos se transforman en Niños de Agua después de dormirse profundamente y quitarse de encima sus cuerpecillos, que son simples carcasas. Les crecen agallas como a los peces y se vuelven anfibios. Estos niños de Agua son muy pequeños – miden menos de diez centímetros- y son los que decoran los estanques de piedra con anémonas marinas, corales y algas, y hacen en las rocas hermosos jardines que se ven cuando baja la marea. También ayudan a las peces y animales marinos que se meten en problemas.
Los Niños de Agua recibieron durante siglos las enseñanzas de San Borondón y sus compañeros. Todos los domingos salían de sus cavernas y asistían a la escuela dominical especialmente organizada para ellos.
Paso el tiempo, y los ojos de San Borondón se debilitaron y su barba creció tanto que dejo de caminar por medio a pisarla. Hasta que un día, el los otros ermitaños se quedaron dormidos a la sombra de los cedros, donde los viajeros pueden verlos aun hoy. De vez en cuando, el canto de los pájaros es tan estridente que los ancianos se agitan en su sueño y mueven los labios como si entonaran himnos. Desde que San Borondón se durmió, las hadas marinas que cuidan la isla educan a los niños de Agua. Rige a las hadas su amada reina Anfitrite.
De noche, vigilan las cuevas submarinas de los Niños de Agua las serpientes de agua, criaturas hermosas vestidas de terciopelo rojo, negro y verde. Sus cuerpos están anillados y muchas poseen hasta trescientos cerebros, lo cual hace de ellas excelentes detectives; otras tienen ojos en cada una de sus articulaciones. Cuando ocurre algo desagradable las serpientes se lanzan al ataque y todo un arsenal de cuchillos y armas diversas surge en cada uno de sus innumerables pies. El intruso que se aventure cerca de la isla con malas intenciones tendrá que huir para salvar su vida o arriesgarse a que las serpientes lo corten en pedacitos y se lo coman. Los cangrejos se ocupan de limpiar las cavernas, devorando los restos que quedan por el suelo; las anémonas de mar, las madréporas y los corales que viven en las rocas mantienen limpia y pura el agua
Todos los niños de Agua van a la escuela y, al igual que los chicos terrestres aprenden sus lecciones, pero en su caso estas son amenas y sin palabras difíciles, y, por eso se divierten aprendiendo. Cuando no están en clase los Niños de Agua juegan todo el día. Cierto es que de ellos se espera que sean buenos y que la señorita Seteharalomismoquetuhiciste vigila su comportamiento. Esta visita la isla todos los Viernes, es muy alta y muy fea y lleva una larga vara de abedul que jamás usa con los Niños de Agua. Siempre sabe lo que han hecho y hasta lo que están pensando, y los castiga o los recompensa según el caso. Premia a los buenos con pasteles, manzanas, caramelos o helados de mar. Los niños de Agua desobedientes no reciben nada, y si se han portado muy mal, puede que la piel se les llene de púas. A la señorita Seteharalomismoquetuhiciste no le gusta administrar estos castigos, pero fue programada como una máquina y debe ser fiel a su naturaleza. Cuenta la leyenda que es tan vieja como la eternidad y que vivirá por siempre; solo cuando todo el mundo sea bueno será ella hermosa. Entre sus obligaciones figura la de convocar a todas las personas – padres, maestros y médicos- que maltrataron o hirieron sin darse cuenta a los niños para castigarlos con una dosis de su propia medicina.
Otra visitante asidua que llega todos los domingos, es la señora Hazloquetegustariaquetehicieran, hermana de la senora Seteharalomismoquetuhiciste. Es alta como su hermana, y en su rostro lleva la expresión más dulce, amable y alegre del mundo. Esta apoya en su regazo a los Niños de Agua que se han portado bien durante la semana y los acuna y juega con ellos. Su cariño es quizás la mejor de todas las recompensas por haberse portado bien.
Todos los Niños de Agua hablan el idioma acuático, que les permite comunicarse con los peces y demás animales marinos.
(Charles Kingsley, the Water-Babies: a fairy tale for a Land-Baby, London 1863)
San Borondón, isla mágica.
Isla situada en el Atlántico, mar a dentro a 100 leguas de la isla de la Gomera. Fue descubierta cuando San Borondón y otros cuatro ermitaños abandonaron Irlanda en el siglo V porque la gente hacia caso omiso de su prédica. San Borondón se asomó a la Punta del Este y vió a lo lejos el mar de las hadas y las islas mágicas, que llamó “benditas” y con sus cuatro compañeros navegó hasta alcanzarlas.
La isla descansa sobre pilares de basalto negro, otros de serpentina verde y roja y otros ribeteados de arenisca roja, amarilla y blanca. La isla está cubierta de cedros, donde anidan numerosas aves.
Bajo el nivel del agua hay muchas cuevas y grutas. Todas están tapizadas de algas de color carmín, púrpura, pardo y verde, y sus suelos están recubiertos de arena blanca.
En las cuevas de la isla de San Borondón viven los niños de Agua, tan numerosos que se pierde la cuenta, son niños pequeños que fueron adoptados por las hadas buenas porque sufrían abusos, crueldades o negligencias cuando estaban a cargo de sus padres o maestros, y a también niños que murieron de enfermedades como la escarlatina. Todos ellos se transforman en Niños de Agua después de dormirse profundamente y quitarse de encima sus cuerpecillos, que son simples carcasas. Les crecen agallas como a los peces y se vuelven anfibios. Estos niños de Agua son muy pequeños – miden menos de diez centímetros- y son los que decoran los estanques de piedra con anémonas marinas, corales y algas, y hacen en las rocas hermosos jardines que se ven cuando baja la marea. También ayudan a las peces y animales marinos que se meten en problemas.
Los Niños de Agua recibieron durante siglos las enseñanzas de San Borondón y sus compañeros. Todos los domingos salían de sus cavernas y asistían a la escuela dominical especialmente organizada para ellos.
Paso el tiempo, y los ojos de San Borondón se debilitaron y su barba creció tanto que dejo de caminar por medio a pisarla. Hasta que un día, el los otros ermitaños se quedaron dormidos a la sombra de los cedros, donde los viajeros pueden verlos aun hoy. De vez en cuando, el canto de los pájaros es tan estridente que los ancianos se agitan en su sueño y mueven los labios como si entonaran himnos. Desde que San Borondón se durmió, las hadas marinas que cuidan la isla educan a los niños de Agua. Rige a las hadas su amada reina Anfitrite.
De noche, vigilan las cuevas submarinas de los Niños de Agua las serpientes de agua, criaturas hermosas vestidas de terciopelo rojo, negro y verde. Sus cuerpos están anillados y muchas poseen hasta trescientos cerebros, lo cual hace de ellas excelentes detectives; otras tienen ojos en cada una de sus articulaciones. Cuando ocurre algo desagradable las serpientes se lanzan al ataque y todo un arsenal de cuchillos y armas diversas surge en cada uno de sus innumerables pies. El intruso que se aventure cerca de la isla con malas intenciones tendrá que huir para salvar su vida o arriesgarse a que las serpientes lo corten en pedacitos y se lo coman. Los cangrejos se ocupan de limpiar las cavernas, devorando los restos que quedan por el suelo; las anémonas de mar, las madréporas y los corales que viven en las rocas mantienen limpia y pura el agua
Todos los niños de Agua van a la escuela y, al igual que los chicos terrestres aprenden sus lecciones, pero en su caso estas son amenas y sin palabras difíciles, y, por eso se divierten aprendiendo. Cuando no están en clase los Niños de Agua juegan todo el día. Cierto es que de ellos se espera que sean buenos y que la señorita Seteharalomismoquetuhiciste vigila su comportamiento. Esta visita la isla todos los Viernes, es muy alta y muy fea y lleva una larga vara de abedul que jamás usa con los Niños de Agua. Siempre sabe lo que han hecho y hasta lo que están pensando, y los castiga o los recompensa según el caso. Premia a los buenos con pasteles, manzanas, caramelos o helados de mar. Los niños de Agua desobedientes no reciben nada, y si se han portado muy mal, puede que la piel se les llene de púas. A la señorita Seteharalomismoquetuhiciste no le gusta administrar estos castigos, pero fue programada como una máquina y debe ser fiel a su naturaleza. Cuenta la leyenda que es tan vieja como la eternidad y que vivirá por siempre; solo cuando todo el mundo sea bueno será ella hermosa. Entre sus obligaciones figura la de convocar a todas las personas – padres, maestros y médicos- que maltrataron o hirieron sin darse cuenta a los niños para castigarlos con una dosis de su propia medicina.
Otra visitante asidua que llega todos los domingos, es la señora Hazloquetegustariaquetehicieran, hermana de la senora Seteharalomismoquetuhiciste. Es alta como su hermana, y en su rostro lleva la expresión más dulce, amable y alegre del mundo. Esta apoya en su regazo a los Niños de Agua que se han portado bien durante la semana y los acuna y juega con ellos. Su cariño es quizás la mejor de todas las recompensas por haberse portado bien.
Todos los Niños de Agua hablan el idioma acuático, que les permite comunicarse con los peces y demás animales marinos.
(Charles Kingsley, the Water-Babies: a fairy tale for a Land-Baby, London 1863)